La telaraña era enorme. Tanto que cubría la parte alta de la ciudad.
Los edificios se elevaban inertes, sin luz, aparentemente vacíos.
En lo alto, casi cuando uno perdía la vista, la enorme red estaba en todas partes.
Hacia tiempo que no se veía el cielo, era como un techo omnipresente.
La sensación de que se estaba en una cueva era inevitable.
A veces, uno podía llegar a pensar que alejándose hacía la periferia la situación terminaría.
Pero el refugio estaba en el centro, el sustento estaba en el mismo meollo de la cuestión.
Era difícil llegar a las afueras sin perder el norte, manteniendo la cordura.
Cuando se pensaba que allí se estaba bien, en cuanto uno se acostumbraba al escenario, entonces surgían las sombras y los ruidos.
Desde lo alto llegaban las repercusiones distorsionadas de los movimientos que allí acontecían.
Y eso lo cambiaba todo, daba que pensar, hacía que cualquiera se replantease el sentido de aquello.
La locura estaba presente en todas partes, pero sobre todo en su interior.
Era algo que calaba hondo, que llegaba hasta lo más profundo del alma para quedarse allí instalado.
De vez en cuando, la catarsis llegaba: reía, corría, bailaba, soñaba, se creía el rey de las ratas...
Otras veces intentaba ser una sombra, deslizándose entre los restos de aquella gran ruina, pasando desapercibido, creyendo que conseguía lo que pretendía.
En realidad, daba igual, la telaraña estaba demasiado alta como para que importase lo que se hiciese allí abajo. Era una influencia constate, pero lejana.
La búsqueda de Tanelorn es un camino. El destino es en sí el mismo el camino. Que, dicen, es donde se encuentra Tanelorn. Espero encontrarme con compañeros que me guíen, me enseñen, me asombren, me acompañen...
2014/11/18
LA TELARAÑA
2014/11/11
EL LÍMITE
El limite estaba tan lejos que parecía inexistente.
Se ocultaba más allá del horizonte, donde nadie podía verlo.
Pero tú caminaste durante meses, avanzaste a lo largo de los años.
Buscando un sendero hacia el infinito, sin parada.
Corriendo entre los edificios, llamándolo a gritos en medio de los campos.
Apartando a la gente a empujones, mirando hacia la nada.
Siempre esperando la oportunidad de poder esquivar a la realidad que te perseguía.
Queriendo ser lo máximo que se pudiese ser.
Extrayendo el elixir, tentando al vacío.
Forzando la situación siempre a favor.
Con el viento en contra, pero aprovechando toda inercia.
Pudiendo escapar, pero evitando hacerlo a toda costa.
Creando una carrera sin final hacia el precipicio.
Pensando que cuando se acabase el suelo saldrías volando.
Confiando en los designios del destino.
Probando hasta donde podía llegar la situación.
Retorciendo los límites de la realidad.
Sin comprobar dónde estabas en ese momento.
Solo viendo donde ibas a llegar mañana.
Ese mañana que nunca llegaba, porque el destino final siempre estaba más allá.
Ahora jadeas dando tumbos.
Tu visión esta borrosa por el cansancio.
Y aunque te falta la respiración, y el corazón te va a cien, sigues tirando hacía delante como si no hubiese otra opción.
A veces, creíste que lo podías todo, cegado por los resplandores de la adrenalina.
Bañado por los placeres de la dopamina, pensaste que no había fracaso posible.
Sumido en un paraíso artificial, rodeado de fuego abrasador y ácido corrosivo.
Apretando los dientes y forzando el ritmo hasta alcanzar el tiempo de la victoria.
Viendo fantasmas producidos por tu mente, que te llevaron hasta el éxito.
Probando los sabores del amanecer hasta embriagarte de ellos.
Escuchando palabras envenenadas por las ansias ajenas.
Confiando en los testigos de la desdicha y la angustia.
Mirando con desdén los recodos del camino en los que habían caído otros dejando atrás sus cadáveres.
Pisando las cascaras rotas de tus otros yo, mientras el tiempo susurraba mentiras a tu oído.
Pensando que el sucio peso de la fatiga no haría mella en tu armadura.
Alguna vez, al bajar el ritmo por un momento, viste el campo de batalla cubierto por cuerpos quebrados. Y reconociste tu rostro en todos ellos.
A veces, las lágrimas corrieron por tu cara hasta saltar de tus mejillas y caer al suelo.
En alguna ocasión, esas lágrimas hicieron nacer brotes que se convirtieron en árboles.
Se ocultaba más allá del horizonte, donde nadie podía verlo.
Pero tú caminaste durante meses, avanzaste a lo largo de los años.
Buscando un sendero hacia el infinito, sin parada.
Corriendo entre los edificios, llamándolo a gritos en medio de los campos.
Apartando a la gente a empujones, mirando hacia la nada.
Siempre esperando la oportunidad de poder esquivar a la realidad que te perseguía.
Queriendo ser lo máximo que se pudiese ser.
Extrayendo el elixir, tentando al vacío.
Forzando la situación siempre a favor.
Con el viento en contra, pero aprovechando toda inercia.
Pudiendo escapar, pero evitando hacerlo a toda costa.
Creando una carrera sin final hacia el precipicio.
Pensando que cuando se acabase el suelo saldrías volando.
Confiando en los designios del destino.
Probando hasta donde podía llegar la situación.
Retorciendo los límites de la realidad.
Sin comprobar dónde estabas en ese momento.
Solo viendo donde ibas a llegar mañana.
Ese mañana que nunca llegaba, porque el destino final siempre estaba más allá.
Ahora jadeas dando tumbos.
Tu visión esta borrosa por el cansancio.
Y aunque te falta la respiración, y el corazón te va a cien, sigues tirando hacía delante como si no hubiese otra opción.
A veces, creíste que lo podías todo, cegado por los resplandores de la adrenalina.
Bañado por los placeres de la dopamina, pensaste que no había fracaso posible.
Sumido en un paraíso artificial, rodeado de fuego abrasador y ácido corrosivo.
Apretando los dientes y forzando el ritmo hasta alcanzar el tiempo de la victoria.
Viendo fantasmas producidos por tu mente, que te llevaron hasta el éxito.
Probando los sabores del amanecer hasta embriagarte de ellos.
Escuchando palabras envenenadas por las ansias ajenas.
Confiando en los testigos de la desdicha y la angustia.
Mirando con desdén los recodos del camino en los que habían caído otros dejando atrás sus cadáveres.
Pisando las cascaras rotas de tus otros yo, mientras el tiempo susurraba mentiras a tu oído.
Pensando que el sucio peso de la fatiga no haría mella en tu armadura.
Alguna vez, al bajar el ritmo por un momento, viste el campo de batalla cubierto por cuerpos quebrados. Y reconociste tu rostro en todos ellos.
A veces, las lágrimas corrieron por tu cara hasta saltar de tus mejillas y caer al suelo.
En alguna ocasión, esas lágrimas hicieron nacer brotes que se convirtieron en árboles.
2014/11/02
SE RASGÓ EL VELO
Se rasgó el velo,
no cayó el telón.
Las máscaras empezaron a quebrarse,
y los rostros que había bajo ellas eran horribles.
Los monstruos comenzaron a salir a la luz,
y sus ojos se contrajeron después de tanta oscuridad.
Ya no hacia falta continuar,
la función había acabado.
El publico pretendía aplaudir,
pero el asombro se lo impidió.
Costaba encontrar una cara amable entre los actores,
y no estaba la audiencia para hacer esfuerzos.
El cadaver no era ficticio,
y la sangre comenzó a brotar lo suficiente como para ser vista.
Nadie entendía nada,
pero no era necesario.
Los hechos eran casi los mismos,
aunque teñidos de cruel realidad.
Casi todos estaban quietos,
y miraban fijamente hacia el infinito.
El tiempo pareció prolongarse en un silencio brutal,
pero al final comenzó la terrible estampida mortal.
Gracias a Dios la recaudación había salido hacía ya rato del teatro.
no cayó el telón.
Las máscaras empezaron a quebrarse,
y los rostros que había bajo ellas eran horribles.
Los monstruos comenzaron a salir a la luz,
y sus ojos se contrajeron después de tanta oscuridad.
Ya no hacia falta continuar,
la función había acabado.
El publico pretendía aplaudir,
pero el asombro se lo impidió.
Costaba encontrar una cara amable entre los actores,
y no estaba la audiencia para hacer esfuerzos.
El cadaver no era ficticio,
y la sangre comenzó a brotar lo suficiente como para ser vista.
Nadie entendía nada,
pero no era necesario.
Los hechos eran casi los mismos,
aunque teñidos de cruel realidad.
Casi todos estaban quietos,
y miraban fijamente hacia el infinito.
El tiempo pareció prolongarse en un silencio brutal,
pero al final comenzó la terrible estampida mortal.
Gracias a Dios la recaudación había salido hacía ya rato del teatro.
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