He de admitir que siempre me he considerado una persona tranquila.
Capaz de gobernar mis sentimientos y estados de ánimo hasta el punto incluso de sorprenderme por ello, quizá porque nací con ésa capacidad, quizá porque logré aprenderla durante el transcurso de mi existencia o simplemente gracias a algún tipo de extraña mutación que sufrí durante mi breve estancia en Orión.
Sin embargo, eso se acabó.
Confiado, creí que nunca me podría pasar. Y aunque me habían avisado –cuidado con los golpes de viento, a veces son traicioneros- acabé derribado, desorientado y sorprendido por un ansia de sangre capaz de engullir a mi interlocutor con una mirada.
Dejaré ése sentimiento para los momentos más oscuros de mis días, para los pocos que lo merezcan. Tratando de minimizarlos lo más posible, consciente de que son tan adictivos y capaces de mancillar todo lo que me rodee, especialmente, si lo aprecio...
Vuelvo a levantarme. –en peores te has visto, así que espabila- Cojeando, comienzo a caminar otra vez.
Tanelorn no se llega estando sentado.
Sin embargo, eso se acabó.
Confiado, creí que nunca me podría pasar. Y aunque me habían avisado –cuidado con los golpes de viento, a veces son traicioneros- acabé derribado, desorientado y sorprendido por un ansia de sangre capaz de engullir a mi interlocutor con una mirada.
Dejaré ése sentimiento para los momentos más oscuros de mis días, para los pocos que lo merezcan. Tratando de minimizarlos lo más posible, consciente de que son tan adictivos y capaces de mancillar todo lo que me rodee, especialmente, si lo aprecio...
Vuelvo a levantarme. –en peores te has visto, así que espabila- Cojeando, comienzo a caminar otra vez.
Tanelorn no se llega estando sentado.