2008/02/29

Un día en 4 años (Parte 1)

Tirado en una cuneta con la cara partida, sangrando abundantemente; la lluvia resbalando por mi cara y mezclando el ocre color de la sangre reseca con el parduzco del agua embarrada. Y aun en esa situación no pude parar de reír…

La cosa empezaba como algo normal, un día más en un año más en un lugar cualquiera. Nada que destacar, sólo alguien en algún lugar con alguna cosa menor que hacer. Mi persona en camino a su sacrificio diario para obtener el dinero de la semana.

Hasta aquí todo regular, normal rutinario. Subí al coche y me dirigí a la oficina; oficina normal con seguros normales y monotonía regular. Llegue a mi despacho, con el retraso habitual que el hastío había llegado a negociar con mi sentido de la obligación. Me senté en mi cedida silla y por primera vez en todo el día, ví mis alrededores.

Aquí es donde cambio mi día mis alrededores eran espectaculares. La mujer que me estaba esperando impresionaba, y mi secretario me hizo señas para que no me perdiese nada, ni un ápice de lo que estaba por venir.

Medio por complicidad de género con mis colegas de la oficina, medio por verdadero interés forcé una mueca de agrado. Aunque todavía no había realmente valorado la situación como debía.

Una vez la mujer entro en mi despacho empecé una verdadera valoración. Era una de esas mujeres que llaman la atención. Conozco su tipo: rubia, bonita, insulsa y con poco carácter. Ideal para los ricos que mi compañero Flanegan solía asegurar. Me extraño que entrase en mi despacho en lugar del de Falanegan.

La verdad es que no es mi tipo de mujer, pero a quien le amarga un dulce… así que saque a pasear mi sonrisa de los domingos y le pregunte que asunto la había traído.

En su cara ví mi sonrisa de los domingos más bien le parecía la de los lunes y que mi uniforme de trabajo le recordaba al de un funcionario del departamento de limpieza urbana. De modo que decidí ahorrarme mi sonrisa para otro domingo y mis modales para otro 29 de Febrero…

El asunto era sencillo. Quería un seguro de vida para su familia. Momento en el cual me sorprendió que fuese madre de una mujercita que debía tener la edad que yo había estimado que poco más o menos tendría ella. Muchachita que iba a heredar todo en caso de accidente, así como una cuantiosa suma que le caería.

La verdad es que según empezó a dar explicaciones el asunto cada vez me convencía menos, pero la mujer me convencía más. En algún momento mis instintos de profesional saltaron, pero mi interés creciente por la mujer, Clarise Shephard, se encargo de acallarlos de manera bastante poco educada. La escuchaba las cuidadas inflexiones de su voz; calculadas y medidas, las pausas largas y sus reflexiones que me empujaban a pensar de cierta forma, como las canciones de sirena, acercándome a un claro desastre…

2008/02/26

El Año del León



Habían expuesto un cuadro, en el cual el artista pintó un tremendo León, dominado y abatido por un hombre solo.
Vanagloriábase de la proeza la gente que lo miraba; pero un León que por allí pasó les rebajó los humos. “Bien veo, dijo, que el pintor os atribuye la victoria; pero os han engañado, pintando lo que le daba la gana.
Con mayor razón sería nuestra la victoria si los leones supiéramos pintar”.

2008/02/24

Hace mucho tiempo en la era de los dioses

Hubo una época, en la noche de los tiempos, en el que dioses y heroes marcaban los destinos de los hombres: dioses en los cielos, dioses en la tierra, dioses en los mares, dioses en la noche, dioses en la luz, dioses en el fuego, dioses en la naturaleza, dioses en el hielo...

En esos tiempos unos cuantos dioses, poco después del nacimiento del hombre, vieron el peligro que este conllevaba. Se dieron cuenta de su poder para destruir y cambiar el mundo. Esto no les agradaba, les incomodaba porque se saltaba el orden natural de las cosas. Así que, todos los que estaban de acuerdo, hicieron un conciliábulo con los que eran de fiar. Invitando solo a unos pocos escogidos, los que podian hacer un cambio.

En su reunion discutieron sobre que solución debían dar a los hombres. Algunos, los más beligerantes, querían acabar con ellos antes que ocurriese lo contrario; otros más benévolos, o menos violentos, planteaba la idea de hacerles olvidar a los dioses para convivir en paz y por fin otros, querían tutelarlos, obligarles a seguirles por la fuerza de la fe convertirse en sus ídolos, para lo que proponian imponer al hombre sus ideas.

Todas estas ideas, que eran la mayor fuerza de los dioses, antes de que surgiese la palabra; provocaron una amarga y larga discursion entre ellos. Durante eras... Pero un dios, uno pequeñito, uno que no debía estar en el conciliábulo, uno que había pertenecido a las sombras y sabia lo que significaban. Tuvo una idea. Una brillante idea: lo que haría es convertirse en uno de ellos. Si ellos eran el peligro y los dioses no iban a hacer nada, lo mejor era ser uno de ellos, o por lo menos parecerlo, para pasar desapercibido entre ellos. Aprender de ellos.

Así sucedio que los dioses que intentaron vencer a los hombres fueron vencidos. Los que intentaros hacerles olvidar vieron como los hombres inventaban otros dioses que les sustituyesen. Los que intentaron tutelarlos con la fe vieron como los nuevos dioses borraraban su huella, vieron sus templos, sus santuarios y sus simbolos corrompidos. La obra del hombre era implacable.

Pero uno sobrevivió, el que se habia ocultado entre ellos, se había dado cuenta de cuales estaban destinados a ser los nuevos dioses, y se había unido a ellos. Porque sabia las debilidades del hombre, el hombre era debil, ahi residia su fuerza, el hombre era orgulloso, allí moraba su voluntad, el hombre era vanidoso, que es donde se encotraba su valor; pero sobre todo el hombre olvidaba. Ahí es donde él, el pequeño dios, decidio vivir.

Y sigue entre nosotros, oculto, entre las sombras del olvido, y por eso los hombre nunca dejarán de inventar dioses.

2008/02/13

Noticias para Ito

Ito... tu lo querias, si ha llegado... a mediados de año...

lo que estabas esperando

Que lo disfrutes

2008/02/12

Viaje a la corporación Tyrell


Cálido, casi sulfurante. De esos días que respirar cuesta el trabajo consciente de mover el pecho arrastrando los pulmones. Eso si mi corbata y chaqueta bien cerraditas como manda el canon de un buen profesional de lo mio.

Ciertamente sería genial usar un sombrero y quizá una pipa. Eso afianzaría del todo mi imagen de detective. Pero que le vamos a hacer; para mezclarse con todos estos individuos, en este impávido edificio blanco, hay que aceptar su uniforme, su etiqueta y superar sus pruebas.

El edificio recorta el sol como desfiándolo, como si una obra humana desafiase con su altura y forma al inclemente astro, dejando un áureo reflejo y un corta sombra en el parquecillo que lo rodea. Puedo ver las flores del jardín secas por la asfixia que les impone el inclemente sol, rabioso de no poder acabar con el monolito idólatra de hormigón.

La respiración agitada, el traje haciendo que sea más compleja aun si cabe y la corbata hace rato que ha tenido que abandonar su sofocante posición por una mas relajada y mucho mas informal. Casi he ganado el acceso al monolito, pero todavía me resta lo que yo creo una ultima prueba, como si quisiese asegurarse de que mi determinación es suficiente está ahí ese puente sobre el vacío, rodeando el tótem.

El puente de la fe ha de ser cruzado con el miedo que deja su cristálido paso y el calor que proyecta, en forma de ondulantes ondas en el aire sobre mi figura cansada, sudada, maloliente y dolorida. Pero una vez cruzado las pruebas no concluyen.

Una vez dentro del estómago de la bestia un ,discutiblemente reconfortante, aire gélido ataca a mi cuerpo procurando que si ya se sentía incomodo, lo siga haciendo. Recordándole que ya no está en un sitio donde el sol, la ley natural rige, sino en un sitio donde esa ley esta en suspenso porque otra que se cree mayor está dominándola... por ahora.

Me acerco al mostrador donde una amable muchacha de amable ver, amable voz y traje ritual, me informa de cuales son las ofrendas para poder entrar en los entresijos del monstruo y poder ver a los que tiran de sus hilos. He de aceptar un ritual de identificación donde he de sacrificar mi orgullo. Otra prueba mas para llegar a lo mas recóndito del vientre de la bestia.

Una vez pasada la prueba, el cuerpo me empieza a temblar, sabe que no es natural lo que estoy haciendo. Pero dudo si tiembla por el frío, si el sudor frío es por los temblores o el miedo produce ambos o que extraña combinación hace que sea así.

Me acerco a esos tubos que comunican a la bestia y me dirijo torpemente a los mandos que los controlan, pulsando el que tiene el número que creo que contiene a mi profeta.

Creí que había llegado, pero no, he de hablar con otra amable señorita de amable ver, amable voz y traje ritual para esperar por ver al hacedor. La espera no es muy larga el hacedor pretendía escabullirse pero la amable voz de la amble señorita amablemente le indica que si es amable podría atender a un suplicante.

-Me sorprende que no hayas venido antes.
-No es fácil conocer a tu creador
-Que puedo hacer por ti
-Puede el creador reparar lo creado

-Recuerda cual es nuestro lema “Mas humanos que los humanos”

-Creo que he cambiado de opinión...

Acto seguido me largue esperando ver un unicornio de papel de plata cuando el ascensor se cerraba...

2008/02/07

Gaviotas en Madrid

Es una cosa curiosa que me ha llamado la atención. Siempre que pienso en gaviotas; por lo menos en el concepto idealizado de gaviotas, que viene a ser como el concepto idealizado de palomas (que esta muy lejos del de ratas voladoras al que en la realidad se acercan). Me ocurre que pienso, y recuerdo ese olor a sal y mar. Las corrientes marinas y esa ensoñación que a al gente, que no lo vemos a menudo, se nos hace el mar. Momento en que suspiramos y volvemos a nuestro idealizado concepto del mar (o la mar para los que de verdad la quieren) durante el tiempo suficiente para olvidar nuestro alrededor durante el tiempo necesario.

Esto hace tremendamente gracioso el hecho de en Madrid, en la ciudad que todo cabe, haya montones de gaviotas. Si Gaviotas en Madrid. ¿Que dónde? En varios sitios, pero en especial en el Manzanares. Es sorprendente ver como sus estilizadas alas acostumbradas al impulso de la brisa marina, al chocar con la costa, se acostumbran al viciado y vicioso ambiente de Madrid.

Esto me hace pensar que si hay gaviotas en Madrid y viven tranquilamente, en esta ciudad todos son acogidos. Pero realmente ¿no es más amable verlas cortar el viento mientras puedes oler la sal? Sí pudiesen, ¿viajarían a la mar? o ¿son ya tan Madrileñas que el mar no las atrae?

¿Somos esas gaviotas?