2015/02/11

LA PRADERA

Apoyado en la pared.
Escondido entre dos contenedores de basura.
A cobijo por un momento.
Pensando si debía actuar o permanecer escondido.

Un recodo de la memoria lo llevó al pasado.
Aquellos días de juventud en la pradera.
Apenas vestido, en pantalon corto y sin camiseta.
Aliviado por el calor estival, impulsado por el licor.
Feliz, rodeado de jóvenes sin sujetador.
Disfrutando de los inmensos placeres de la vida.
Paseando entre parejas acarameladas, sin apenas obligaciones.
La música resonando por todas partes, invadiéndolo todo como si fuese aire.
Las carcajadas dominando una situación llena de sonrisas amables y generosas.
Sin tener que controlar todo lo que decía y hacía. Siendo él mismo.
Aprovechando todo lo que la vida le ofrecía con todos los sentidos.
Cantando, bailando, sintiendo el aire en su piel, dejándose llevar por los elixires de la vida.
Perdiendo la noción del tiempo en un mar de placeres.

Finalmente volvió a la realidad, al momento presente.
Cogió el arma con ambas manos, con absoluta seguridad.
Se asomó por el lateral del contenedor, dejando ver su cabeza.
Apunto, y decidió unirse al sangriento festival de disparos.
Había acabado el momento de esconderse, reflexionar, y esperar.
Se dijo: a veces hay que luchar por lo que te importa.

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